La persona y obra de Fray Bartolomé de las Casas (1484-1566)
se nos presenta en nuestro tiempo estrechamente ligada a la teoría y práctica
de los derechos humanos. Bartolomé de las Casas fue el defensor de los indios
y, por ende, defensor de los hombres, de todos los hombres, de todos los
oprimidos en todos los tiempos y en todos los lugares. Defenderá sus derechos
como seres humanos, personas racionales y libres, y luchará por conseguir para
ellos la dignidad, la libertad, la justicia, preservar su cultura, su tierra y
sus bienes.
Durante cinco siglos su
figura ha estado rodeada de polémica: para unos, es el gran promotor de los
derechos humanos, como defensor de los indios y de todos los hombres,
particularmente los oprimidos; Sólo hay un camino establecido por Dios
para que los hombres reciban la religión verdadera: “la persuasión del
entendimiento por medio de razones y la invitación de la voluntad”. “Única,
sola e idéntica para todo el mundo y para todos los tiempos fue a la norma
establecida por la divina providencia para enseñar a los hombres la verdadera
religión, a saber: persuasiva del entendimiento con razones y suavemente
atractiva y exhortativa de la voluntad. Y debe ser común a todos los hombres
del mundo sin discriminación alguna de sectas, errores o costumbres depravadas”.
Redactó los doce
puntos de su Confesionario, y dispuso que nadie pudiera absolver de los pecados
a quienes tuvieran indios esclavos. Excomulgó a los encomenderos. Se enfrentó
con la feligresía y los mismos clérigos, Conviene hacer notar que, por primera
vez, y quizá por última, un imperio organizó oficialmente una encuesta
sobre la justicia de los métodos empleados para extender su dominio. Es muy
famoso el debate entre Fray Bartolomé de las Casas y Juan Ginés de Sepúlveda.
Conviene notar que ni el Demócratas alter del doctor, ni la
Apología del obispo se publicaron entonces. La cuestión central era “si es
lícito a Su Majestad hacer guerra a aquellos indios antes que se les predique
la Fe para sujetarlos a su Imperio, y que después de sujetados puedan más fácil
y cómodamente ser enseñados y alumbrados por la doctrina evangélica del
conocimiento de sus errores y de la verdad cristiana”. Fray Bartolomé de Las
Casas defendía la racionalidad, libertad y dignidad del indio, así como el
carácter radicalmente injusto, inicuo y tirano de la guerra y la conquista.
Para Las Casas el único título para la intervención en el Nuevo Mundo es la
donación pontificia y el mandamiento de Cristo de “id y predicar el Evangelio a
todas las gentes” y la predicación “no in armis”, sino en paz y mediante la
persuasión.
En el plano filosófico, el hombre, por su naturaleza
racional y volitiva, tiene una dignidad que le hace acreedor de determinados
derechos de forma connatural e inalienable. En el plano teológico, la dignidad
le viene dada por ser criatura de Dios, a su imagen y semejanza. Ambos planos,
el natural y el revelado, lo comparten todos los hombres que, en su dignidad,
son todos absolutamente iguales, como miembros todos de la especie humana. Para
la escolástica, el hombre es por naturaleza animal racional. Esta es su
definición. La animalidad y racionalidad son sus notas esenciales, y tanto de
una como la otra se derivan ciertas necesidades o inclinaciones naturales que
el hombre tiene derecho a satisfacer, que generan derechos. De la animalidad
surgen las necesidades propias de la vida, corpórea, vegetativa y sensitiva,
que engendran derechos, como el derecho a la vida misma que conlleva las
condiciones materiales para una vida digna y de calidad humana: vivienda,
alimento, agua, vestido, trabajo, salud. De la racionalidad surgen los derechos
al conocimiento y a la libertad.
Todos son racionales y libres. Todos pertenecen al mismo
linaje. “Porque todas las naciones del mundo son hombres, y de todos los
hombres y de cada uno de ellos es una, no más, la definición, y esta es que son
racionales; todos tienen su entendimiento y su voluntad, y su libre albedrío,
como sean formados a la imagen y semejanza de Dios. Todos los hombres tienen
sus cinco sentidos exteriores y sus cuatro interiores, y se mueven por los
mismos objetos de los; todos tienen los principios naturales o simientes para
entender y aprender y saber las ciencias y cosas que no saben, y esto no sólo
en los bienes inclinados, pero también se hallan en los que por depravadas
costumbres son malos.
Todas las naciones del mundo tienen entendimiento y
voluntad, y lo que de ambas a dos éstas potencian en el hombre, resulta que es
el libre albedrío, y por consiguiente todos tienen virtud y habilidad o
capacidad a esta buena inclinación natural para ser doctrinados persuadidos y
atraídos a orden y razón, y a leyes, y a la virtud y a toda bondad“ La
filosofía escolástica de Las Casas es más humanista que la filosofía
renacentista de Sepúlveda, que podría aparecer como más representativa de la
modernidad de la época, y que veía a los indios como intrínsecamente perversos
y dignos de castigo, por sus crímenes de lesa humanidad (sacrificios humanos y
antropofagía). Es que para unos la humanista era la que se mostraba en la
civilización europea de la época, mientras que, para Las Casas, la humanista
era consustancial al indio, por ser hombre.